martes, 29 de mayo de 2012

"La maldición de los Stevenson", de Antonio Lagares.

El arte de la hilaridad trágica.
Se trata de una obra de teatro que tiene un planteamiento muy intenso ya desde el propio título, debido a la palabra "maldición". La maldición de los Stevenson tiene los tres puntos del teatro clásico: planteamiento, nudo y desenlace, y aunque no me ha gustado ninguno de los tres, he de reconocer que en su conjunto me ha parecido una humorada del autor que la hace digna de leerse, aunque sólo sea para apreciar el arte de hacer un chascarrillo de algo que, tal cual está contado, palabra por palabra, es una historia triste, trágica, importante, en que se conjugan la superstición, la inflexible jerarquía social, el "dolce far niente" de los ricos, la intrepidez de los protagonistas…, y lo más chocante de todo, para mi gusto: ¿qué pinta una sevillana en un encorsetado ambiente inglés?
Esta sevillana, Dolores, es un personaje de carácter, el mejor descrito en la obra, pues tan pronto es tierna como fuerte, amable como desafiante, cayendo de golpe al final en una denegación de la realidad que la convierte en una niña pequeña, al revés que el señorito, Thomas, al que vemos evolucionar de parásito puro a auténtico héroe de tragedia griega. De los demás personajes no podría decir mucho: simplemente que están ahí para lucimiento de los demás. Desde Sara, que no dice una palabra, hasta la novia de Óliver o los propios padres de Thomas, el protagonista.

Ignoro si esta obra se habrá representado alguna vez, pero si así ha sido, seguro que triunfó. Me gustaría verla en caso de que así sea. Es una obra de esas que ha nacido para ser representada más que para ser leída. Debo, pues dar mi enhorabuena a Antonio Lagares por su producto tan bien llevado, con el que me da la  impresión de que ha creado un género nuevo en el teatro por el que llegamos a la hilaridad a través de la tragedia.

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