sábado, 30 de julio de 2016

Setenta y cinco consejos para sobrevivir en el Instituto.

Setenta y cinco consejos para sobrevivir en el instituto, de María Frisa.


Conocí este libro  por la reprobación que leí en internet de la propuesta de prohibición del mismo por parte de autoridades de Valencia y de Murcia. Eso fue suficiente para que se despertase mi interés por el libro, pues me hizo recordar que el mejor Best Seller de todos los tiempos ha sido El índice de libros prohibidos (popularmente conocido como El índice) que editaba antes la Iglesia Católica, o sea El Vaticano. Ahora ya no lo edita, y es más trabajoso buscar libros interesantes para leer en los momentos en que está uno aburrido..., aunque si uno se empeña, lo consigue, claro.

Desde que llegó a mis manos mi ejemplar virtual, pues lo compré en formato kindle, lo leí de un tirón, porque enseguida me percaté de que si lo dejaba, ya no lo volvería a abrir, y por lo tanto no podría hablar de él, ni bien ni mal. La verdad es que aunque tiene un interesante planteamiento cínico y gracioso, no llega, ni de lejos, al del mítico El libro rojo del cole, al que me recordó vagamente, el libro de Jansen Soren (1979) que aún se encuentra en internet si uno se molesta en buscarlo. 

La promoción de este libro ha estado bien llevada a cabo, porque nada promociona tanto una cosa como que la prohiban o amenacen con hacerlo (venga, cómprela mientras pueda), pero no he podido dejar de ver los defectos que tiene en común con muchos de los libros que aparecen publicados por editoriales famosas hoy en día, y alguno más. El primero de ellos es que la primera palabra del título es un número, lo cual me parece una falta de estilo imperdonable, porque toda frase ha de comenzar con mayúscula, y como sabemos todos, no hay números mayúsculos. Por eso me he permitido poner en palabras el número 75 con el que comienza el título de este libro. 
Pero hay más cosas mal hechas en esta publicación: 

  1. Aunque tiene índice (lo cual es de agradecer, pues no todos los libros publicados hoy en día, incluso por editoriales tan serias como Alfaguara, lo tienen, pásmense ustedes), viene al final del libro, y no al principio (como debería ser por cortesía al lector: uno ha de saber qué es lo que viene dentro del libro, sin tener que molestarse en buscarlo), no nos dice qué hay en cada capítulo, pues las entradas del índice dicen eso exactamente: Capítulo 1, capítulo 2, y así hasta el capítulo 20. Nos viene  bien para repasar los números, pero eso ya lo superamos en la Enseñanza Primaria, cuando éramos unos críos.
  2. Aunque se trata de una serie de consejos para sobrevivir en el instituto, o sea, para no pasárselo mal, que por lo visto es la forma de muerte que más teme el público superficial e ignorante al que parece ir dirigido, gente que nunca ha tenido un problema de verdad, la autora no ha podido dejar de dotar a su discurso de una cierta trama, de contar una historia, pero ha sido incapaz de contarnos la resolución del conflicto. El de estar la protagonista en una clase en que no hay ninguno de sus amigos del colegio, con excepción de Pollo, uno al que despreciaban todos. No resolver el nudo es una forma de dejar puesto un cebo para que el lector compre el siguiente de la serie, lo cual me parece una práctica poco honesta: si quieres que te sigan comprando tus libros, aporta algo, da calidad a tu narración, o por lo menos divierte al personal.
  3. El estilo me parece ramplón e histérico, con todos esos cambios tipográficos y dibujos infantiloides pero escasamente ingenuos.
En definitiva,  creo que es un libro que no aporta mucho a la literatura ni ayuda mucho a los escolares. Sin embargo, no debería de prohibirse porque no hay mayor condena que el ostracismo. Olvidemos este libro y todos los demás de la serie. Nos haremos un favor.