viernes, 17 de julio de 2015

A la sombra de un ángel negro.

A la sombra de un ángel negro es un libro que deberíamos leer todos, e incluso ser de obligada lectura en los institutos de Bachillerato de España, o por lo menos los profesores de Historia deberían comentarlo en clase, ya que aclara una mentira que nos han legado en nuestro pasado: la  Semana Trágica de Barcelona, en 1909, no se debió a pretensiones nacionalistas o separatistas, las hubiera o no, sino por el reclutamiento forzoso para la guerra de Marruecos, y que tuvo lugar sólo en Cataluña, (fuera de alguna otra excepción, como la de del protagonista del libro, que era de un pueblo de Murcia). Una guerra mal traída por aquel rey tan incompetente, Alfonso XIII, y peor llevada por los militares españoles hasta la llegada de la Legión, que fundara el General Millán Astray a imagen y semejanza de la Legión Extranjera, también llamada Legión Francesa.

Este libro nos presenta hechos terribles y olvidados como si a los españoles de ahora todavía nos diera vergüenza haber abandonado a más de diez mil jóvenes españoles brutalmente asesinados en tierras extrañas y a los que no se les dio reconocimiento o mérito alguno: en otras partes se honra a sus caídos, pero en España se los ignora. Y eso es una vergüenza para España y para los españoles.

En el libro de Fulgencio Caballero Martínez se demuestra que si aquellos jóvenes se hubieran negado a ir al a guerra, seguramente los habrían encarcelado, pero incluso si los hubieran fusilado  por ello, hubieran salido ganando, porque no les habrían mutilado antes de matarlos, ni hubieran pasado las penalidades que sufrieron antes de morir, desangrados durante horas, o quemados vivos por los asesinos del Rif..., esos para los que el Rey de Marruecos pidió hace años una pensión y que no sabemos qué hizo el gobierno aquel que en tan buena sintonía estaba con el reino vecino. A quien habría que pagarle las pensiones, y con atrasos, es a las familias de aquellos chavales tan injustamente enviados a la guerra para que los masacrasen. 

Este es un libro valiente y muy bien documentado sobre un tema que no nos va a divertir ni hacer disfrutar precisamente, pero cuyo conocimiento nos es imprescindible para comprender la Historia de España. El título del libro se debe a la escultura negra del Ángel de la Victoria que preside la tumba del cementerio de Melilla que conserva los huesos de aquellos diez o doce mil españoles que fueron a morir a tierra mora por el capricho de un rey y unos pocos capitalistas que querían hacer el negocio del sigo a costa de la vida de muchos jóvenes que ya tenían familias que alimentar, y que aquel sistema político perverso que culminó en la Segunda República Española no quiso atender, y a las que ni siquiera comunicó la muerte de sus seres queridos, que con tanta alegría y codicia había enviado a la muerte. Ahora, con tanto revuelo con la aún vigente Ley de Memoria Histórica, sería bueno que alguien con autoridad suficiente, el Gobierno de España, por ejemplo, investigara oficialmente qué pasó, y comunicara a las familias que perdieron un miembro en aquella guerra injusta e innecesaria, dónde se encuentran enterrados sus restos. Es una deuda que tiene el país con aquellos ciudadanos. Se considera curiosa la reparación que la Reina Isabel II del Reino Unido ha hecho con Alan Touring, condenado por su homosexualidad hace sesenta años, pero esta otra reparación de la que hablo sí es una deuda histórica necesaria y urgente, porque garantizaría a nuestros soldados que si mueren por su bandera, su patria se hará cargo de ellos y de sus familias.

El libro está dividido en tres partes: Insidia, Cicatrices y Cicuta. Relaciona diversos atentados anarquistas con la Guerra de África, lo cual nunca se habría pensado sin la clara información que da sobre los sucesos que narra, entre ellos el monopolio de la venta de aves al ejército que tenía un magnate catalan y de lo que ocurre cuando un veterano de la Guerra de Marruecos decide hacerle la competencia. 

Este es un libro duro de leer, pero muy necesario hacerlo y comentar para que el ciudadano español se convenza de una vez de que no sale gratis desentenderse de la política y dejarla en manos incompetentes. Porque le puede ir la vida en ello. Lo que pasó, si olvidado, es repetible. Ya lo dijo Herodoto, lo recordó Churchill, y parecen haberlo olvidado todos. Nos rasgamos las vestiduras porque mueren unos cuantos militares españoles en el accidente del Yak 42 en Turquía en 2003, pero nadie se dio nunca por enterado de las doce mil muertes de la emboscada en El Barranco de El Lobo, y en Annual, y en tantas escaramuzas en aquella guerra evitable. 

Este es un libro que recomiendo leer porque nos hace falta saber.