viernes, 24 de abril de 2015

Aterrizaje a traición, de Antonio Capel Riera.


¿Estamos seguros en manos de pilotos con problemas anímicos cuando volamos?, se pregunta el autor de este libro publicado hace cinco años (los cumplirá el 29 de abril de 2015), cuando todo el mundo estaba convencido, y lo sigue estando a pesar del accidente de los Alpes, aún por aclarar del todo, de que es el medio de transporte más seguro. 

Nunca nos lo hemos preguntado, quizá, pero los pilotos de un avión han de estar en un excelente estado físico y anímico, porque si no lo están puede ocurrir un accidente por fallo humano, que es otra forma de llamar a la negligencia criminal. 

Aterrizaje a traición es un  breve relato de 133 páginas en tamaño algo inferior a A5 (cuartilla, o mitad de un folio) en el que en un lenguaje sencillo y cargado de humor Antonio Capel Riera nos cuenta su visión de lo que pasa en la cabina del avión, ese sancta sanctórum donde no nos dejan entrar a los pasajeros, a no ser que el capitán (o comandante, que nunca me he enterado de la diferencia) del navío nos invite. Habitualmente son gente maja y sana, y los cuatrocientos mil aviones que surcan los cielos de todo el mundo cada día llegan a su destino siempre..., o casi siempre, con un porcentaje de siniestralidad en relación de pasajero por kilómetro muy inferior al de los demás medios de transporte, incluyendo el viaje a lomos de un burro, con ser tan infrecuente este medio de transporte.

Sin embargo, en este vuelo el Jumbo 747 de American Air (compañía que no existe, por cierto, pues la más parecida en nombre es la American Airlines, que nada tiene que ver) las cosas se empiezan a torcer debido a las relaciones entre los miembros de la tripulación, vistos desde la óptica de la sobrecargo, Mary Smith, a pesar de no estar contado el relato en primera persona. Hay pasión, hay violencia, hay locura, hay un piloto militar que se quiere suicidar, y están los dos pilotos del Jumbo a los que hay que echar de comer aparte, así como los dos viejecitos, los señores Westinghouse, que se creen que en esta vida todo se puede arreglar con dinero, y el General Ibrahim, que recurre a otros métodos más expeditivos que le dan una nota de humor al relato.

Anoche compré este ejemplar en la Feria del Libro, que es un modesto conjunto de dos casetas que pusieron en la Plaza Santo Domingo, al principio de la calle de Trapería, y esta mañana me lo he terminado de leer, pues es un libro que no se te cae de las manos. Es un libro de lectura recomendada, máxime tras las noticias recientes sobre el supuesto suicidio del piloto Tobías Schwartz llevándose a la tripulación y pasaje con él. Estamos acostumbrados a ver estas cosas en el cine, como la saga de películas comenzadas  con la que se basó en la obra de Arthur Hailey Aeropuerto y continuada con otras tres, en que los protagonistas son rebasados por las circunstancias, pero finalmente todo tiene un final feliz debido al trabajo en equipo y la labor de gente suficientemente preparada. En este relato la culpa de lo que sucede la tienen los pilotos, y eso se sabe desde el principio. Lo que va sucediendo a continuación va manteniendo al lector con las ganas de saber más, pero sin la tensión de la novela de Hailey, mucho más larga y tensa. 

Es una buena inversión de los siete euros que cuesta este libro.