domingo, 12 de abril de 2020

El relojero del Emperador, de Joaquín Valverde Sepúlveda.

Juanelo Turriano, el relojero del Emperador

Acabo de leer un libro peculiar que compré en una de mis visitas a Toledo por recomendación de la guía local que me acompañó por el recorrido de la ciudad y parte de su historia.

Tras regresar a mi casa lo tuve un tiempo sin abrir, pues impresiona el tamaño de sus páginas y el número de ellas, 400. No obstante, en cuanto lo abrí empecé a respirar los tiempos pasados que me traían las conversaciones privadas, en un ambiente de amistad y bonhomía, entre este relojero cremonés que se encontró el Emperador Carlos I de España y V de Alemania en una de sus visitas a  Bolonia, entonces bajo el gobierno de España. A la propuesta del monarca, Juan (apodado Juanelo en lo sucesivo, como apelativo cariñoso por parte del Emperador y los que en su corte había) Turriano (apellido que significa de la Torre) lo deja todo y se va con don Carlos, al que no abandona hasta su muerte, en calidad de Relojero Imperial. Le construye y repara toda clase de relojes, incluso un planetario, que luego habrá de adaptar al cambio de calendario propiciado y decretado por el papa Gregorio XIII El Magno, (cuyo nombre prepapal era Ugo Buoncompagni) para ajustar las fiestas religiosas móviles (o movibles). 

Pero lo más importante de este técnico y sabio italo-español para Toledo fueron dos cosas: elevar el agua del Tajo hasta el Alcázar, obra imposible para muchos ingenieros que le precedieron en esa empresa por deseo de su Majestad Imperial, y El hombre de palo, un autómata que dio nombre a una de las calles principales de Toledo. Si ustedes visitan esta ciudad, la encontrarán entre la catedral y la calle del Comercio. En este libro se describe la génesis y ejecución de la primera de estas obras, el dispositivo que Juanelo diseñó y realizó para subir las aguas del Tajo los noventa metros que necesitaba, por medio de un ingenio de transmisión del movimiento del propio río por medio de unas bielas que impulsaban el agua recogida por medio de cazos enganchados a dos norias, que viajaba hacia arriba a través de otros tantos cazos en cada una de las 24 torres que escalonadamente conducían los 18000 litros de agua cada día hasta el Alcázar de Toledo, su punto más alto. 


Desgraciadamente dicha maravilla la terminó después de la muerte del Emperador, y el nuevo Rey, don Felipe II, le fue dando largas al pago de dicha obra. El ayuntamiento de Toledo también se lo negó, porque en realidad el agua no iba para el disfrute de la ciudad, sino del Alcázar, y por lo tanto era al Rey a quien le correspondía, según el Concejo Municipal. El pobre inventor se vio así, pobre de solemnidad, viviendo a costa de su hija, viuda con varios hijos, muriendo en la miseria, que paliaba precisamente con las limosnas que los viandantes depositaban en la mano de su Hombre de palo, el autómata de madera con que dicen que se paseaba por dicha calle de Toledo, y que si bien no hablaba, sí que hacía una respetuosa reverencia al generoso donante.

Es este segundo gran invento el que no figura más que en un párrafo en el libro de Joaquín Valverde Sepúlveda, en el que dice que aquello había sido un sueño del inventor. ¿Quizá la falta de documentación sobre este segundo ingenio movió al autor de esta pseudoautobiografía a pasar de puntillas sobre este artificio de Turriano? Posiblemente, o quizá lo haya dejado para un ulterior volumen, que considero necesario, o cuanto menos interesante.

En cuanto a la forma literaria elegida por Valverde Sepúlveda, me ha agradado que haya escogido la autobiografía, pues así sitúa al lector en la presencia del Emperador Carlos y posteriormente de su hijo, presentándonoslos como personas cercanas, con sus virtudes y sus miserias, con sus porqués y sus motivos. Es un libro que recomiendo leer, a pesar de la longitud del texto. Tanto más tiempo se disftuta por relativamente poco dinero. Si a ustedes les interesara leerlo, sepan que no tienen que desplazarse a Toledo para comprarlo, pues lo pueden encontrar ustedes también en Amazón, y seguramente en cualquier otra librería de su ciudad.

sábado, 4 de enero de 2020

El caballo de Troya.

El caballo de Troya, 
de J.J. Benítez
Después de leerme de un tirón los once libros de esta saga y mientras aún leo Estoy bien, del mismo autor, creo que tengo una opinión bastante objetiva de esta obra. 

Creo que se debería publicar la obra completa, los once volúmenes, en uno solo. En papel sería inviable (pues le calculo más de siete mil páginas), pero en formato Kindle sería factible, y bastante interesante para los interesados en el tema. Desde luego si una vez leído el primer volumen me hubiese enterado de esa edición «Mamut», la hubiese comprado con toda seguridad. Los 9 volúmenes de El caballo de Troya más El día del relámpago y el último volumen que ha aparecido, El diario de Eliseo.

Lo más original de esta obra es que asistimos a la versión de Abel, el mayor del ejército de EEUU apodado Jasón, en los nueve primeros tomos, con su corolario final en lo que al proyecto Caballo de Troya se refiere, en el décimo volumen, el de El día del relámpago; y como broche de oro, la visión de Caín, por medio de la narración del Capitán Eliseo, que nos cuenta los mismos o parecidos sucesos desde otra perspectiva. Son dos tipos de conversión de dos escépticos, uno buena persona, y otro defiende que las órdenes son las órdenes, que están por encima de todo. Otros personajes, como el General Curtiss, luego se ven que son de poca monta, o sea, seres humanos comunes y corrientes, a los que no se les puede exigir mucho, y de los que se espera que actúen según sus miedos, filias y fobias. Pero tanto el mayor (curioso grado, que en el ejército español equivale al de comandante) como el capitán, tanto el médico (aquel) como el ingeniero (este), van creciendo a lo largo de los once libros.


Sí que tiene cosas objetables esta obra, aunque Benítez se defiende con la estrategia de que ambos «autores» de los diarios han cometido errores «de segundo o tercer orden» para dar pábulo a que se trata de un trabajo de ficción, y no hechos reales, como el propio Benítez ha reiterado en sus entrevistas radiotelevisivas, para que el público no se le espante demasiado. Pero la idea de un Padre Azul, responsable de todo, cariñoso y no pendenciero o vengativo como Yavé es en sí atractiva, y fácil de sentir en nuestro interior, si nos lo proponemos.

Estos libros también adolecen, sobre todo al principio, de una pesadez superior a lo normal cuando se nos presentan detalles técnicos sobre conceptos que aún no se han descubierto oficialmente (¿qué es un «swivel»?), pero andando la historia esos detalles van desapareciendo poco a poco. También se deja en el tintero al «hombre rojo» que se bebe la sangre de hombres y bestias y que habita cerca de donde Eliseo deja su «cuna», y cuyas defensas el rojo burla de una forma tan natural. Pero eso no es importante, y quizá sea el cebo para que algún día Juan José Benítez nos premie con un 12ª volumen con la historia de este personaje. O la Historia de Ruth, cuya curación se contradice en el 9º y en el 11º volúmenes. También es absurdo que en determinados momentos tanto el comandante como el capitán dicen que no se extienden en detalles técnicos, porque no se les ha autorizado, cuando es evidente que ninguna autoridad humana les habría permitido nunca publicar los libros en absoluto… ¿Broma de Benítez?

Lo más original, a mi juicio, es que en esta saga se aúnan las historias de Jesús de Nazaret, de Caín y Abel, y de la creación misma, resumida en el Nuevo Mandamiento de Jesús, que más que mandamiento parece invitación que no podemos resistir. Bueno leerlo sobre todo para los creyentes en Jesús, y en su mensaje, de que vino a perfeccionar la Ley, a superarla, y a hacerla innecesaria, porque todos los hombres aprenderán a amar y amarse.

En resumen, mi opinión es que son libros para tener en casa y leer más de una vez, o asegurarse de que la biblioteca más cercana los tenga, y los leamos de vez en cuando, porque siempre se puede aprender mucho de ellos. Y, lo más importante es lo más impactante: ¿y si todo lo que cuenta Benítez fuera verdad, como él mismo no se cansa de decir en todas las entrevistas que se le han hecho?